Brüno
Tras el éxito cosechado por Borat, Sacha Baron Cohen vuelve a la carga con un personaje igual de polémico. El actor parece encontrarse cómodo interpretando a personajes extravagantes bajo el decorado de un falso documental. En esta ocasión, le toca el turno a Brüno, un joven homosexual que sueña en convertirse en un personaje famoso a cualquier precio, para ello, renegará si es necesario de su propio ser, intentará “curarse” de su homosexualidad, realizará obras de caridad para ganarse la popularidad de la gente e intentará colarse en las fiestas y mundo del famoseo.
En Brüno encontramos una crítica al star-system, un mundo egoísta en el que nadie mueve un dedo si no hay un interés particular en ello. No contento con esto, Sacha también ataca -a través de su peculiar humor- diferentes conflictos sociales, como la homofobia, el racismo de los afroamericanos y muy de pasada, el conflicto palestino-israelí. El problema -grave- es que esta ácida crítica queda diluida en un desierto insustancial que copa la mayor parte de la cinta. En Brüno veremos diez minutos realmente brillantes, las sobradas de este peculiar personaje ponen en evidencia algunos problemas de gran calado social, pero el resto -el 90% del filme- no es más que una pantomima sin gracia, con numerosas escenas de índole pornográfica que no comunican nada y un Sacha que llena los minutos con una improvisación que resulta monótona, carente de sustancia y con una realización técnica que deja mucho que desear.
Excepto por cuatro momentos ácidamente divertidos, la película resulta un verdadero coñazo. Brüno engrosará la lista de películas controvertidas, el humor peculiar de Sacha Baron -para mi gusto demasiado frívolo y vulgar- se ve reconocido en esta cinta sólo recomendada para los amantes de este peculiar personaje, pues quedarán prendados de sus estupideces exhibicionistas, para el resto de los mortales mejor renegar su visionado.