La historia se inicia cuando un estudiante argentino descubre el cuerpo sin vida de su casera, quien en su pasado supo ser parte del equipo que descifró el Código Enigma de la Segunda Guerra Mundial. A poco de ser hallada muerta, un profesor de lógica de Oxford recibe una nota advirtiendo que ese es el primero de una serie de asesinatos. Así, el estudiante y el profesor se unen en la búsqueda de la persona detrás de las muertes, utilizando códigos matemáticos para encontrar el patrón que sigue este asesino en serie…
Ejecutada con una precisión y una maestría más que apreciables, este thriller matemático de concepción clásica es, quizá, y muy probablemente, lo mejorcito que veremos de cine español este año: no sólo por la calidad de su dirección, no solo por la calidad de sus interpretaciones, sino por explorar desde la más profunda raíz un género que en España ha tenido ejemplos casi inexistentes.
Alex de la Iglesia deja a un lado el humor negro que le dió la fama y con el que revolucionó el cine español para realizar su segunda incursión en la producción internacional. Un cambio de registro que, para este que escribe, no es otra cosa que una muestra más de la genialidad y ductibilidad del director, que lidia francamente bien con la realización y sale por la puerta grande.
Al más puro estilo Cluedo, todas las cartas se exponen sobre la mesa, todos los personajes, brillantemente interpretados por el trio protagonista, y algunos más, hacen juego y, en una brillante toma en secuencia toda la maquinaria se pone en funcionamiento. El juego ha comenzado, ¿quién es el asesino?.
Primera incursión en el cine español de Elijah Wood y John Hurt, esta experiencia deja en el primero, además de un personaje notable dentro de su filmografía, su primera escena de cama, nada más y nada menos que con Leonor Watling, una de nuestras joyas de la corona cinematográfica, y en el segundo una brillantísima y excepcional interpretación como Arthur Seldom el misterioso y magnánimo experto en matemáticas. Julie Cox y Dominique Pinon cierran el quinteto.
Técnicamente no hay un pero para este film. Desde la perfecta fotografía hasta la maravillosa banda sonora (de otro de los genios de la industria española: Roque Baños), pasando por una dirección de arte especialmente cuidada y un montaje tremendamente funcional, este film supone, como ya he expuesto más arriba, y sin temor a equivocarme, lo mejor que veremos este año en cine español.